25 julio 2010
Gracias!!
Llevaba mucho sin escribir en este blog, pero si no lo hacía esta vez, reventaba. Mientras escriba, igual se me cae alguna lagrimilla, porque es recordar varios de lo momentos más felices de mi vida. Pero, benditas lágrimas!!! Hay gente, que a pesar de no conocerla personalmente y no haber cruzado ni una palabra, marcan la vida de una persona. La persona de la que voy a hablar, ha marcado 15 años de mi vida.
Todo comenzó un 29 de octubre de 1994. El Real Madrid, jugaba un partido ese fin de semana ante el Real Zaragoza en La Romareda. El entrenador por aquel entonces, Jorge Valdano, convocó para ese partido a un chaval de la cantera, que apenas había jugado en el equipo B. Muchos creíamos que era el típico parche que se utiliza para cubrir las bajas en un equipo, pero no fue asi. Ese chaval salió de titular y dio muestras de un desparpajo insólito para alguien que debuta en todo un Real Madrid a los 17 años.
La semana siguiente, llegaba un derby ante el Atleti, y ese chaval del barrio madrileño de San Cristóbal, repitió de inicio. Y vaya partido se marcó!! Forzó un penalty, dio una asistencia y marcó un gol. Ahi comenzó la legendaria carrera de un auténtico fuera de serie, que en los siguientes años se convirtió en un icono del madridismo y del fútbol español.
Ese muchacho con el 7 a la espalda, se consagró como el mejor del equipo, no parando de marcar y marcar goles, asistiendo a sus compañeros y peleando cualquier balón por muy imposible que fuera llegar a él. Su esfuerzo, compromiso y profesionalidad, representaban los valores que siempre han destacado en el Real Madrid. Por esto, todos los entrenadores le tenían como un fijo y lo ponían en cualquier posición. Derecha, izquierda, mediapunta, segundo delantero, delantero centro. Daba igual, el 7 siempre rendía jugara donde jugara y nunca se quejó (a pesar de que jugar en ciertas posiciones, ocasionaron un bajón en su rendimiento)
Uno echa la vista atrás y solo recuerda momentos y más momentos de su carrera. Aún recuerdo, como si fuera ayer, aquel gol al Atleti tras romper la cintura de López; aquel "aguanis" ante el Vasco de Gama que valió una Intercontinental; aquel partido en Old Trafford con dos goles suyos, si, el del taconazo de Redondo; aquel tercer gol recorriendo medio campo con el balón en la final de París; aquellos goles de "cuchara" que se convirtieron en un clásico; aquel partido en el Camp Nou en el que lo mandó callar; aquel partido del 9-0 a Austria; aquel penalty fallado ante Francia, pero los fallan quienes lo tiran; aquella eliminatoria de Champions ante el Barça en la que su lucha hizo marcar dos goles; aquel gol de "pillo" en la final de Glasgow; aquella inoportuna lesión que le impidió jugar los cuartos del 2002 ante Corea (quien sabe que hubiera pasado si hubiera estado); aquellos goles en las últimas temporadas que ayudaron a varios títulos y aquel último gol, cuando había pedido el cambio y estaba medio cojo, curiosamente en el campo donde debutó, La Romareda.
Por todos esos momentos que me hicieron saltar del sofá, silla, sillón o en una esquina de un bar; por esos gritos que pegué con sus goles; por haberme emocionado tantas veces con su juego y por haber representado a mi equipo del alma como solo un grande puede hacerlo, solo tengo que darle las gracias. Es lo único que me sale, la palabra GRACIAS.
Raúl González Blanco, GRACIAS, muchas GRACIAS. Siempre serás el 7 del Madrid. Nunca caminarás solo.
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